sábado, 28 de agosto de 2010

Los huesos en el desierto


"Nos habían dicho, al abandonar la tierra madre, que partíamos para defender los derechos sagrados de tantos ciudadanos allá lejos asentados, de tantos años de presencia y de tantos beneficios aportados a pueblos que necesitan nuestra ayuda y nuestra civilización.

Hemos podido comprobar que todo era verdad, y porque lo era no vacilamos en derramar el tributo de nuestra sangre, en sacrificar nuestra juventud y nuestras esperanzas. No nos quejamos, pero, mientras aquí estamos animados por este estado de espíritu, me dicen que en Roma se suceden conjuras y maquinaciones, que florece la traición y que muchos, cansados y conturbados, prestan complacientes oídos a las más bajas tentaciones de abandono, vilipendiando así nuestra acción.

No puedo creer que todo esto sea verdad, y sin embargo las guerras recientes han demostrado hasta qué punto puede ser perniciosa tal situación y hasta dónde puede conducir. Te lo ruego, tranquilízame lo más pronto posible y dime que nuestros conciudadanos nos comprenden, nos sostienen y nos protegen como nosotros protegemos la grandeza del Imperio. Si ha de ser de otro modo, si tenemos que dejar vanamente nuestros huesos calcinados por las sendas del desierto, entonces, ¡cuidado con la ira de las legiones!".

Marcus Flavinius, centurión de la segunda cohorte de la legión Augusta, a su primo Tertullus, en Roma; en Jean Lartéguy, Los Centuriones.

jueves, 26 de agosto de 2010

Mi vecino


Tengo un vecino en la comunidad. Es pobre, el cabeza de familia no, claro, pero a su numerosa prole no le da ni un duro, digo euro. Obliga a su mujer y a sus hijas a ir vestidas de forma estrafalaria. Un día me pidió que mantuviese en mi casa a algunos de sus hijos, miré que tengo muchas habitaciones y dije que sí. En qué momento. Algunos chavales, los menos, se aclimataron y respetaron las normas de mi casa; otros no. Desaparecían cosas, molestaban a mis hijas, montaban encándalos y hacían fiestas en mi casa sin pedir permiso. Empezaron a decir que les molestaban mis cuadros, mis adornos, el crucifijo de mi alcoba. Mi vecino empezó a reivindicar algunas de mis habitaciones, eran suyas, decía, porque estaban al lado de su puerta. Yo vivo aquí de siempre, él llegó hace poco. Para quitármelas comenzó a obstaculizar la escalera, el pasillo, el ascensor, impidiendo que entraran y salieran mis amigos y proveedores. Si le daba dinero, me dejaba tranquilo un rato para volver a empezar.


El presidente de la comunidad se hace fotos con mi vecino, van enseñando por ahí un plano del edificio donde su casa y algunos de mis cuartos salen como propiedad suya. Él, que es incapaz de mantener a toda su prole porque se gasta todos sus ingresos en francachelas y lujos, me exige que les dé de comer de otra manera, elegía el menú, ordena que les vista con ropas de marcas caras y me desautoriza cuando digo que en mi casa se respetan las normas de mi familia.

La casa de mi vecino se llama Marruecos, mi vecino se llama Mohammed VI y el presidente de la Comunidad, Rodríguez Zapatero.

Gustavo Morales


viernes, 20 de agosto de 2010

España indefensa, con unos Ejércitos desalmados y desarmados


Un militar que anduvo en variados lances bélicos, ahora llamados de paz, me envía un mensaje lacónico en el que, remedando el parte de final de la guerra el 1º de abril de 1939, sintetiza su criterio sobre el desfondamiento de las Fuerzas Armadas a que asistimos. Dice así: “Cautivo y desalmado el Ejército Nacional, el rojo ha ocupado sus últimos baluartes”. Subrayo su acierto en considerarlo desalmado y no desarmado, pese a la precariedad de sus medios de combate, por la sencilla y notoria razón de que son precisamente los valores y fundamentos de la Milicia, su alma, los que han sido y siguen siendo desmantelados de manera sistemática. Y sin aparente reacción de los acosados, salvo en lo menos sustantivo, pese a ser importante. Me refiero a la Ley de Reforma Militar en lo que atañe a las escalas de la oficialidad. Mera cuestión profesional, aunque nada desdeñable, y, dadas las circunstancias, hasta podría decirse que laboral.

El antimilitarismo de la izquierda está en sus mismos orígenes. Existe abundante documentación que lo confirma. Pablo Iglesias nos ofrece una extensa antología de odio y resentimiento al respecto. Tampoco la famosa Ley Azaña obedecía a la necesidad de modernizar el Ejército, según se ha especulado y sin duda era conveniente, sino que escondía un mecanismo de depuración de los mandos militares que se consideraban desafectos a los objetivos revolucionarios de la II República. No fue causalidad que una de las primeras medidas de la República Popular, o III República, al estallar la guerra, fuera la disolución del Ejército y su sustitución por unidades de Milicias que, bajo la presión de los consejeros soviéticos y del PCE, integrarían el habitualmente denominado Ejército Rojo. La derrota militar de éste (también la política de las estructuras gubernamentales de la III Republica) dejó un acusado y enfermizo poso de resentimiento y de revancha en la izquierda, rumiado durante las casi cuatro décadas posteriores. Hasta que le llegó la hora de satisfacerlos.

EL ARTÍCULO 8º DE LA CONSTITUCIÓN VIOLADO Y ARRUMBADO

EL artículo 8º de la Constitución, el cual consagraba una doctrina tradicionalmente asentada respecto a soberanía, independencia e integridad de España, fue mantenido a regañadientes. Todavía la nueva clase política que irrumpía con la democratización albergaba serios temores sobre la capacidad de reacción de las Fuerzas Armadas. Conviene reproducirlo:

“1. Las Fuerzas Armadas, constituidas por los Ejércitos de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.
“2. Una ley orgánica regulará las bases de la organización militar conforme los principios de la presente Constitución”.

Atribuir a las Fuerzas Armadas la defensa del ordenamiento constitucional solo tenía un precedente en España. Me refiero a la Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967 (artículo 37) que les encomendaba “la defensa del orden institucional”. Resulta, asimismo, que se trata de un precepto muy poco común en el derecho comparado. Ha de admitirse en consecuencia que dicho artículo supuso una incorporación forzada del régimen que los constitucionalistas procedían a desmantelar.

El apartado 2 se ha convertido en la puerta de escape mediante la que desalmar y desarmar a los Ejércitos en el curso de un largo proceso que ya se inició cuando Adolfo Suárez era presidente del gobierno.

Aparte del citado Art. 8º ninguna otra referencia a las Fuerzas Armadas se encuentra en la Constitución, salvo en el artículo 62, el cual atribuye al rey la condición de Jefe Supremo de las mismas, y los artículos 28 y 29, referidos respectivamente al derecho de asociacionismo sindical y derecho de petición, ambos limitativos en principio.

De acuerdo con el artículo 56 el rey, en cuanto Jefe del Estado, es el “símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…”. Al considerarlo “símbolo” se le coloca en una suerte de reverenciada hornacina. Se le sustraen, en efecto, prerrogativas que son comunes en numerosos países de sistema republicano a sus Jefes de Estado y hasta todavía en alguna monarquía parlamentaria. Tampoco la atribución de “arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones” le reconoce márgenes efectivos de actuación. No se explicita el cómo y queda en nebulosa. Algo así como un florero para los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, a la postre una misma cosa en el ámbito de las democracias de totalitarismo partitocrático. También, por supuesto, respecto de las Fuerzas Armadas.

EL DESMANTELAMIENTO DE LOS EJÉRCITOS LO COMENZÓ GUTIÉREZ MELLADO

SUÁREZ se apresuró a poner la política de Defensa en manos del general Gutiérrez Mellado, como ministro y vicepresidente del gobierno. La biografía de Gutiérrez (le sacaba de quicio que le llamara por sólo su primer apellido en mis artículos) no era la más apropiada para las necesidades objetivas de las Fuerzas Armadas en el momento crítico del cambio de régimen, precedido por la infausta “Marcha Verde” que nos birló el Sahara y puso de manifiesto que Marruecos no era un amigo, sino una amenaza.

Gutiérrez fue agente doble en territorio rojo y trabó estrecha amistad con Graullera, el jefe del SIMP frentepopulista en Valencia, al que, luego de terminada la guerra, protegería y con el que montaría un buen negocio de sastrería militar. Circularon historias sobre la confusa actuación de Gutiérrez Mellado en los primeros días de la contienda en Madrid. Es posible, que de ser ciertas, fueran su aval para integrarse como espía en el SIMP. Terminada la contienda pretendió que se le concediera la Medalla Militar individual por los servicios prestados. No lo consiguió. Un alto mando militar sintetizó un sentimiento generalizado al decir que a los espías se les paga, pero no se les condecora. Durante un periodo de excedencia voluntaria creó una pequeña red de supermercados que concluyó en fracaso y le aconsejó el retorno a la vida militar. Recuerdo todo lo anterior por cuanto evidencia que Gutiérrez accedió al poder con una sobrecarga de resentimientos que marcarían su ejecutoria al frente de la política de Defensa. La gran incógnita, todavía sin despejar, es la de qué mano oculta aconsejó a Suárez y al monarca poner la política de Defensa en manos de un personaje tan dudoso y controvertido como Gutiérrez, quien, por cierto, y también a instancias del monarca y de Suárez, llevó consigo como colaboradora de confianza a Carmen Díaz de Rivera cuya vinculación comunista era de sobra conocida. Hubo de prescindir de ella tiempo más tarde. Se dijo que como consecuencia de un informe de la CIA que la vinculaba con el KGB y que de alguna manera alcanzaba también a Gutiérrez.

Los cuadros de mando de las Fuerzas Armadas habían asumido el transaccionismo democratizador sin mayores reservas. Lo explicaba Vernon. A. Walter en sus “Memorias discretas”. Pero fue más decisorio en esa actitud el testamento de Franco en el que les pedía para su sucesor la misma lealtad que a él le habían mostrado. Aconsejo releerlo pues en el mismo está la clave de la acomodación de las Fuerzas Armadas al autogolpe de Estado promovido por el nuevo Jefe del Estado. También les tranquilizó el artículo 8º de la Constitución.

LAS CAUSAS DEL MALESTAR QUE CRECIÓ EN EL SENO DE LOS EJÉRCITOS

PRONTO, sin embargo, comenzaron a aparecer brotes de malestar en los Ejércitos. Tres fueron las causas principales: la oleada de atentados del terrorismo etarra de la que militares (la Guardia Civil es cuerpo armado) fueron objetivos preferentes; el escamoteo del homenaje público a las víctimas decidido por Gutiérrez; y una serie de reformas que apuntaba hacia la politización de los nombramientos de altos mandos y a un despliegue de fuerzas que debilitaba las zonas potenciales de fricción.

Se ha reparado poco en la trascendencia de una de las medidas impuestas por Gutiérrez y que permaneció hasta hoy. Pretextó la necesidad de no ofrecer blancos fáciles al terrorismo para imponer a los militares que vistieran de paisano fuera de los cuarteles y centros castrenses. Una medida que atentaba contra uno de los fundamentos de la Milicia. No ya sólo el honor de portar el uniforme, sino también el valor que obliga a asumir el riesgo de morir en cumplimiento del servicio a la Patria. Se trocaba el valor por el miedo. Y se degradaba la imagen de los militares ante la sociedad. ¿Una medida coyuntural? Mi opinión, entonces y ahora, es que obedeció a una calculada estrategia desalmadora del espíritu militar.

Un proceso de viciado ocultismo que también se daría en la Iglesia tras el Concilio Vaticano II y sus falaces interpretaciones secularizadoras. Multitud de sacerdotes y religiosos, socapa en España del taranconismo, trocaron los signos externos de su condición por el trajeado civil. No por miedo al riesgo de morir, sino por una vergonzante inclinación a no aparecer públicamente como servidores entregados al servicio de Dios y de sus fieles. Si difícil es hoy ver por la calle a un militar uniformado, lo es también un sacerdote o un religioso. Y si el refranero advierte que el hábito no hace al monje, resulta incuestionable que le ayuda serlo.

El malestar se tradujo en circulación de escritos clandestinos de denuncia y en reuniones de coroneles que estudiaban la posibilidad de un golpe de Estado de corte nasserista según se dijo posteriormente. Detectado por los servicios de inteligencia se estudió la manera de desactivarlo. Se fraguó así la acción institucional que se registraría el 23 de febrero de 1981. Generales con autoridad moral sobre los coroneles se reunieron con ellos y les garantizaron que con la acción institucional que se preparaba quedarían satisfechas sus pretensiones. No sospechaban esos intermediarios que serían engañados, procesados y condenados a prisión con la anuencia del monarca, en cuyo nombre el general Armada montó el tinglado, al cual dieron su visto bueno los componentes de la lista de gobierno cuya presentación a la Cámara impidió Antonio Tejero.

INSIDIOSO APROVECHAMIENTO POR LA IZQUIERDA DEL AMPARO CONSTITUCIONAL A LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA

AQUELLA acción institucional dio paso a una intensa campaña de desprestigio de las Fuerzas Armadas y a un proceso de depuración política que se consolidaría posteriormente. Pero mientras todo lo descrito sucedía, la izquierda desarrollaba una insidiosa campaña de adelgazamiento de efectivos amparada por la Constitución. Me refiero a la objeción de conciencia y a la insumisión.

El artículo 30 de la Constitución establecía en su apartado 1 que “los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España”. Pero el apartado 2 creaba una vía de escape para ese deber: “La ley fijará las obligaciones militares de los españoles y regulará, con las debidas garantías, la objeción de conciencia, así como las demás causas de de exención del servicio militar obligatorio, pudiendo imponer, en su caso, una prestación social sustitutoria”. La objeción de conciencia no tenía precedentes en España. Y reducida en el ámbito europeo sólo en Alemania, Portugal y Chipre. Y en estos casos a causa de las especiales circunstancias políticas de dichas naciones: imposición de los vencedores de la II Guerra Mundial en el caso alemán y recuelo de la llamada Revolución de los Claveles en Portugal. No fue por tanto inocente el reconocimiento constitucional de la objeción de conciencia, hoy acogida en numerosos países a instigación del NOM. No es aventurada la presunción de que esa misma mano oculta movió a los constitucionalistas de 1978 para su adopción.

Socialistas, comunistas y secesionistas movilizaron a sus añadidos de jóvenes extremistas. Pero sería con los gobiernos de Felipe González cuando, bajo la protección y estímulo del poder, la objeción de conciencia alcanzó dimensiones excepcionales, hasta el punto de reducir de manera drástica los efectivos de las unidades militares. Presentado el servicio militar obligatorio como una rémora para estudios y trabajo, y denigrados sus muchos factores positivos, era previsible que multitud de jóvenes, incluso sin adscripción política, se acogieran a la propiciatoria objeción de conciencia para eludir el servicio militar. La insumisión no estaba regulada ni autorizada. Pero también prosperó incitada desde los partidos de izquierda y covachuelas gubernamentales sin reprensiones efectivas.

Cuando Aznar accedió al poder muchas de las unidades militares estaban ya desmanteladas a causa de la objeción de conciencia. Y procedió a la supresión del servicio militar obligatorio, ansiado por la izquierda, y a la creación de Fuerzas Armadas profesionales. O mercenarias, que tradicionalmente se habían llamado durante siglos. Mucho se ha polemizado sobre aquella decisión. Cabe preguntarse, no obstante, si Aznar podía evadirse del dogal de la objeción de conciencia, válida constitucionalmente, y atenuar sus efectos mediante recortes coercitivos que sin duda alguna invalidaría el Tribunal Constitucional.

Los Ejércitos profesionales son muy costosos si su estructura, dotación y efectivos se corresponden con la entidad de la Nación y las previsiones reales de las amenazas presentes y futuras, así como con los compromisos internacionales adquiridos. Requieren, además, la disponibilidad de reservistas adecuadamente entrenados para casos de emergencia. Y para España suponía una sobrecarga presupuestaria aún en los tiempos de euforia económica. Sucedía, al propio tiempo, que el bienestar, añadido al arraigo en las generaciones jóvenes de las campañas antimilitaristas, las cuales seguía alentando la izquierda, hacía poco atractivo el enrolamiento en las Fuerzas Armadas. Nada de insólito tuvo que no se cubrieran las plazas convocadas. Si supuso una oportunidad para inmigrantes de la marea de los imprudentemente legalizados. Hispanoamericanos sobre todo, aunque no faltaran musulmanes.

LA HORA DE PLENITUD DE LA REVANCHA LLEGÓ CON RODRÍGUEZ

LA crisis económica y las tremendas dimensiones del paro favorecieron el enrolamiento en las Fuerzas Armadas de jóvenes españoles de cepa o de origen extranjero. Las unidades de las tres Armas pudieron completarse. Pero ya para entonces estaba Rodríguez en el poder y reaparecía vigoroso y destemplado el antimilitarismo de una izquierda ansiosa de revancha.

Primero José Bono, ducho en maniqueísmo, y luego Carmen Chacón, solidaria con el ”puta España” de un energúmeno catalanista, se dieron con fruición a la supresión de unidades con glorioso historial tantas de ellas, a la retirada de lápidas y esculturas en homenaje a sus héroes, y a insidiosas reformas de la carrera militar que han desguazado su naturaleza, la convierten poco menos que en una aguada milicia civil y se apartan de lo que es común en regímenes democráticos europeos respecto de la formación de sus cuadros de mando militares. Y al frente del tinglado colocaron uno y otra a generales proclives a la docilidad, sea por la cuantía de los emolumentos, la gratitud por ascensos indebidos o determinadas vinculaciones sectarias. Al servicio de un gobierno y de una titular del ministerio de Defensa que no creen en España y se guardan de invocarla, se han convertido en la dócil correa de transmisión de la política desalmadora de los Ejércitos. No creo necesario detenerme en mayores precisiones. Las medidas desalmadoras son de sobra conocidas y abarcan también a los arraigados sentimientos religiosos de nuestros Ejércitos fraguados durante siglos.

Ahora ha impuesto la ministro antiespañola que en la Academia militar, ya cívicomiliciana, se estudien Alianza de Civilizaciones e Igualdad de genero. Recuelo por ello de la Alianza de Civilizaciones, hechura del NOM que Rodríguez y la gentecilla que le asiste están llevando a extremos delirantes.

UN GOBIERNO ENTREGADO A LA INVASIÓN ISLÁMICA

Dos documentos recientes ratifican de manera cínica y que podría calificarse de brutal, el aprovechamiento islámico de la política desalmadora de la sociedad y de la Alianza de Civilizaciones para sus fines:

La primera, bajo el título de “Debilitando a España debilitaremos a Europa, de Elukfhias al Irahaz”, la publicó Vistazo a la Prensa en su portada del pasado lunes. No es necesario que reproduzca su expresivo texto. Sí subrayar, si acaso, que la destrucción de los tradicionales valores de la cultura española, convertida en un extenso y propicio prostíbulo al servicio del NOM, propician la prepotencia de los islámicos, resueltos a ocupar de nuevo España, su Al Andalus, como con las huestes de Tariq, la ayuda de don Julián y don Opas y el apoyo de las comunidades judías.

La segunda proviene de Bélgica. Un islamista, o un grupo de ellos, envió una carta a la televisión flamenca, firmada “en el nombre de Alá”, de la que recojo: “Un homosexual no puede convertirse en primer ministro de una futura nación musulmana como Bélgica. El pecador homosexual Di Ruppo morirá de espada blanca”. No sólo se permiten amenazar de muerte al encargado de formar gobierno. Anticipan que serán ellos los que en el futuro se adueñen de Bélgica. Los europeos, mientras tanto, favorecen la consumación ese tétrico futuro con una política demográfica suicida de su población y una torpe política inmigratoria para disponer de mano de obra barata.

También en España están engallados los musulmanes, favorecidos por la nefasta Alianza de Civilizaciones y las perturbadoras concesiones del gobierno Rodríguez y sus seguidores. Diversas entidades islámicas, en particular de Lérida y Barcelona, han pedido a los empresarios que flexibilicen los trabajos en ella recogida de fruta y en los trabajos portuarios para que sus fieles puedan cumplir el Ramadán. Los empresarios se han negado y en Lérida comenzaron a sustituir la mano de obra islámica por no musulmana. Comisiones Obreras, una de las dos centrales sindicales untadas generosamente por el gobierno y a su servicio, no tardó en ponerse de parte de los musulmanes. Parece obvio que si los seguidores de cualquier religión quieren guardar sus preceptos y costumbres han de hacerlo mediante el sacrificio personal y no a costa de la sociedad que los acoge. Hubo un tiempo en que el ayuno era preceptivo para los católicos. Pero aún tratándose de un Estado confesional, quienes lo asumíamos era con carácter personal y sin trasladarlo a reivindicaciones públicas.

Lérida ha sido asimismo escenario de otras demostraciones de rebeldía e insumisión islámicas. El Ayuntamiento, al igual que otros de España, prohibió el uso del burka en lugares públicos. Mujeres musulmanas que lo usan habitualmente y otras que no se embutieron en él y pasearon retadoras por la calles de la ciudad. A la protesta se unieron las tres asociaciones islámicas que funcionan legalmente en Lérida. Una de ellas ha anunciado su decisión de presentar alegaciones por considerar ilegal la prohibición. Su portavoz, Abdul Karim, sostiene que “se trata de normativas que vulneran las libertades religiosas y de las mujeres islámicas. Los ayuntamientos no tienen ninguna autoridad para regular este aspecto. Por eso recurriremos al Tribunal Constitucional”, del que parecen estar seguros de que avalará la política de consentimiento del gobierno Rodríguez al amparo de la Alianza de Civilizaciones. Algún imán ha recordado que son más de dos millones de musulmanes existentes en España, en su gran mayoría marroquíes legalizados, y que las barrigas de sus mujeres son fecundas. Y ahí radica el problema.

Mientras en Francia los poderes ejecutivo y legislativo toman enérgicas medidas para coartar tales excesos, el gobierno Rodríguez los favorece. Parece decido a respaldar las aspiraciones islámicas de hacer de España un nuevo Al Andalus. El Partido Popular ha pedido en sede parlamentaria la prohibición del burka en lugares públicos. Pero el gobierno hace caso omiso. Tampoco es receptivo de la creciente reacción de repulsa en amplios sectores de la sociedad. Es prisionero de la Alianza de Civilizaciones y del NOM.

Conviene recordar a este propósito el discurso del presidente del gobierno de Australia que ha circulado ampliamente por Internet. Explicaba que Australia es una nación , que, aunque joven y construida sobre la inmigración, en su mayoría inicialmente europea, tiene una historia, una cultura y unas costumbres propias que debe mantener y defender. Añadió que está abierta a los inmigrantes de una u otra procedencia. Pero que no llegan a Australia forzados, sino de manera voluntaria. Y que les caben dos opciones: respetar historia, cultura y costumbres australianas e integrarse plenamente en ellas; o retornar a sus países de origen. Una actitud razonable y pragmática que eluden los países europeos, y España en particular. Así nos va.

LA SUMISIÓN DE RODRÍGUEZ A MOHAMED VI Y LA MATANZA DE LOS TRENES DE ATOCHA

LA situación se ha complicado con la nueva agresión marroquí contra Melilla, instigada por el sátrapa Mohamed VI e inseparable de la conversión de España en Al Andalus, aunque algunos, o muchos, prefieran ignorarlo. Aunque cabeza de la facción alauita de la religión musulmana que se arroga la descendencia de Mahoma, el rey de Marruecos considera que Al Andalus es cosa suya y de Marruecos, y no de los Omeya, por cuanto el grueso de las huestes que sucesivamente nos invadieron eran bereberes. Y asimismo que son marroquíes, como ya he señalado, la mayoría de los musulmanes que hoy nos invaden al socaire de una desbocada política socialista de inmigración que perseguía acumular votos favorables para las elecciones municipales.

El problema es, sin embargo, harto más profundo e inquietante. Y es necesario recordar, sobre todo, los factores principales que inhabilitan al gobierno Rodríguez para afrontarlo.

El primero de ellos radica en la adhesión alocada y sin reservas de España a la OTAN que dejó Ceuta y Melilla fuera de su área de protección. En caso de conflicto habremos de afrontarlo a solas. Y más aún después de que el enfrentamiento de Rodríguez con Bush y los Estados Unidos forzara a la Casa Blanca a trasladar a Marruecos el centro de gravitación militar sobre el Estrecho y sus derivas atlánticas. La defensa militar de Perejil fue posible al disponer Aznar del respaldo de Washington. Hoy no cuenta Rodríguez con esa protección pese a su simplista adoración a Obama, que le ha salido rana. Tampoco cabe desconocer que Marruecos es un feudo económico e incluso político de Francia y que también existe una estrecha relación entre los servicios secretos de ambos países. París, muy apegado a sus intereses en el Africa francófona, siempre dará prioridad a sus relaciones con Marruecos a costa de España.

Otro factor que explica la sumisión de Rodríguez radica en la matanza del 11 de marzo de 2004 que lo aupó al poder “por accidente”. La investigación policial, la indagatoria judicial y la vista de la causa por el Tribunal de la Audiencia Nacional no dieron con la autoría material ni con la inductora. Tampoco con la evidente conexión de la maniobra de distracción para equivocar al ministerio de Interior del PP con la rebuscada operación de localización en Cañaveras de una furgoneta de ETA cargada de explosivos. Cada día es más sólida y creíble la sospecha de que en aquel sangriento “accidente” intervinieron los servicios secretos marroquíes, asistidos por el francés. Contribuyó Rodríguez a darle verosimilitud con sus apresurados viajes a Rabat y París, nada más aposentarse en la Moncloa. En Rabat se sometió sonriente a la humillación calculada de Mahamed VI de retratarse ante un gran mapa de la reivindicaciones del alauita en la que figuraban Melilla, Ceuta y las Canarias como territorios marroquíes. Y el Sahara invadido, por supuesto. Nada pueden sorprender las muchas concesiones hechas a Maruecos desde entonces. Tampoco la actual pasividad ante la arremetida de Mohamed VI contra Melilla, que pronto se extenderá a Ceuta. Ni la apertura a una nueva oleada de pateras con inmigrantes ilegales desde sus puertos atlánticos y mediterráneos. Tampoco que el gobierno Rodríguez haya metido en un cajón los acuerdos de las Naciones Unidas respecto del antiguo Sahara español, haya abandonado al Polisario en campos de fortuna de Argelia y respalde la ocupación ilegal del territorio pro Marruecos. Parece evidente que Mohamed VI tiene cogido a Rodríguez por los corvejones del “accidente” de los trenes de Atocha.

No es ocasión de pormenorizar las medidas que un gobierno con claro sentido de la soberanía habría adoptado de inmediato frente a esta nueva agresión de Mohamed VI contra Melilla. Pero pueden avanzarse algunas: cierre de la frontera, sustitución de los efectivos policiales por militares, reforzamiento de la guarnición con nuevos efectivos de la Legión, devolución a Marruecos de todos los inmigrantes ilegales y sustitución por no musulmanes procedente de la península, puente aéreo y marítimo para abastecer de alimentos procedentes de la Península a los mercados melillenses, mejoras del aeropuerto y el puerto marítimo, un efectivo plan de desarrollo del enclave… Precisamente lo que reclama Imbroda, presidente de la esta autonomía marginal, ahora respaldado por la visita de Aznar, la cual considero muy oportuna y pone en entredicho, como era imprescindible, por mucho que irrite a Pepino Blanco, convertido en portavoz preferente de Rodríguez, a despecho de los desaparecidos Moratinos y la agria momia de pasarela.

EL ESPERPENTICO CHASCARRILLO DE LA IGUALDAD DE GÉNERO EN LOS EJÉRCITOS Y EL RECHAZO A “TODO POR LA PATRIA”

RESTABA en el ámbito de Defensa hacer alusión a lo estrafalario y esperpéntico de la igualdad de género en las Fuerzas Armadas, decidida por la antipatriótica ministro de Indefensión. Imagen explícita de un tal desvarío podemos encontrarlo en la decisión de crear dos compartimentos en un nuevo buque de la armada: una mitad para mujeres y otro para hombres. Parece haberse olvidado de maricones y lesbianas que no son ni lo uno ni lo otro y que bien merecerían sus propios reductos de acuerdo con la política gubernamental. ¿Y si no hubiera suficientes mujeres, hombres, maricones y lesbianas para llenar los respectivos cupos? ¿Habría que reformar el interior del buque de guerra cada vez que se dieran tales circunstancias? Si realmente fueran fieles las feministas a sus prédicas de igualdad total sería lo más racional que se suprimieran cualesquiera diferencias entre unos y otros géneros y vivieran mezclados en régimen de plena igualdad, lo mismo en alojamiento que en servicios sanitarios y de otra índole. Lo contrario es discriminatorio, además de una gran chorrada.

Fue Bono quien primero sugirió sustituir en os centros militares el “Todo por la Patria” por “Todo por la democracia”. ¿Qué democracia?, cabría preguntar de entrada. Pocos están dispuesto a morir por una democracia en la que prevalece el sistema métrico decimal de los votos. Se muere y se mata por un ideal y casi siempre en términos de revolución. Y para quitarse de encima la opresión de un sistema corrompido, despótico, depredador e insufrible al que la Patria le trae sin cuidado y está dispuesta a venderla a trozos a los separatismo del interior y a las potencias extranjeras, como ocurre con Marruecos o con Gibraltar, pasándose por el arco del triunfo el artículo 8º de la Constitución, persuadido de que está cumplido su estrategia desalmadora y desarmadora de los Ejércitos y truncada cualquier posibilidad de reacción. Si nos atemos a la constante bajada de pantalones en la que está embebido el gobierno Rodríguez resultaría más consecuente que, dicho con la crudeza a que se presta nuestra lengua, en vez del “Todo por la Patia” o el “Todo por la democracia” se inscribiera metafóricamente el “Todo por el culo”.


ISMAEL MEDINA


viernes, 13 de agosto de 2010

Sobre la famosa y falsa “teoría del empate” en la guerra civil 1936-1939.


A propósito del magnífico artículo del P. Martín Rubio sobre Miguel Hernández.

Magnífico, sencillamente magnífico el artículo del sacerdote e historiador David MARTIN RUBIO… Excelente…(N.B. Se recomienda su relectura…). Ese es el camino para rebatir y poner en “off-side” la teoría-tópico del “empate”… Ya sabéis… Tan brutos y tan salvajes eran unos como los otros… Tantas barbaridades , salvajadas e injusticias se cometieron en el bando rojo (bando republicano dicen los “rogelios”) como en el bando nacional (bando rebelde o bando fascista dicen ellos), etc. etc. Falso…. Comparemos, analicemos, pero sin caer en la maldita manía de la “teoría del empate”… a la que millones y millones de “oyentes” se adhieren, por pereza mental, para evitar la fatigosa tarea de investigar, de documentar sus afirmaciones, etc.

La teoría bien difundida por los comunistas tanto durante la guerra como durante años y años posteriores a la guerra sobre las presuntas barbaridades cometidas por las tropas victoriosas del Ejército Nacional en Badajoz, mandadas por el entonces Tte.Coronel falangista Juan Yagüe se “fabrica” para paliar y encubrir el hecho cierto que se produce en el Madrid republicano el 22 de agosto de 1936 con el asalto de la Cárcel Modelo de Madrid, por grupos de milicianos armados ”incontrolados”, asesinando, masacrando a los indefensos prisioneros… entre ellos a Julio Ruiz de Alda (héroe de la hazaña del “Plus Ultra”; Subjefe Nacional de Falange); a Fernando Primo de Rivera, hermano menor de José Antonio… junto a otros ilustres políticos de la propia República, como p.e. Melquiades Alvarez, el diputado Dr. Albiñana, etc., que temiendo, con toda razón, por sus vidas al residir en lujosas y céntricas viviendas de Madrid, fueron aconsejados a “refugiarse” en la Cárcel Modelo como lugar mas seguro y protegido por las propias fuerzas de orden público…

De tal magnitud fue la tragedia o salvajada que el cuerpo diplomático acreditado en la República Española pasó aviso al Gobierno que de no atajarse tal clase de atropellos, retirarían a sus embajadores. Claudio Sánchez Albornoz, quien en 1933 había sido Ministro de Estado (Ministro de Asuntos Exteriores), amigo entrañable y admirador de Manuel Azaña, Presidente de la República en julio 1936, en su libro “Anecdotario Político”, editado en 1976, nos habla de “Sus conocidas palabras (de Azaña) después de los crímenes cometidos en la Cárcel Modelo de Madrid: “Yo no quiero ser Presidente de una República de asesinos”…. De ésto nos hemos enterado con 40 años de retraso… También existen declaraciones muy posteriores de Indalecio Prieto (luego Ministro de la Guerra), dentro de su círculo de allegados, afirmando que en ese momento es donde la República había perdido moralmente la guerra, etc. etc.

Ya durante la época de Felipe González, TVE elabora incluso un falsificado reportaje apoyando la tesis de las sangrientas barbaridades cometidas por las tropas nacionales en Badajoz (agosto 1936) y el fusilamiento masivo de prisioneros llevados a la plaza de toros… siendo incluso banderilleados y estoqueados ante la risueña presencia de senoritas de derechas, ataviadas con mantilla, etc. Relatos tan burdamente elaborados, con entrevistas a presuntos testigos presenciales, etc. que no se tenían de pié…. Años mas tarde, afortunadamente, este mismo sacerdote e historiador P. MartinRubio en un minucioso trabajo objeto de su propia tesis doctoral, refuta punto por punto el prefabricado tópico de los comunistas-socialistas demostrando su falsedad… La de saliva y esfuerzo que nos ahorra con su libro conteniendo documentación irrefutable, irrebatible… Muchas gracias, aunque sea con retraso…

Por lo que a mí respecta, siempre he combatido esta pretendida “teoría del empate”…-con poco éxito, dada mi nula influencia en los m.c.s. . Algunos de vosotros conocéis lo escrito en el vol. IV/1 de mi obra “Derecho-Estado-Sociedad” (1992) y lo que detallo en la “carta abierta”que dirigí en su dia (hace ya mas de 10 años) a Pedro Laín Entralgo. Sin embargo, como todos sabemos, los astutos rogelios, en estos últimos años han sabido pasar con éxito de la teoría del empate a la teoría del desempate, a la “victoria moral”… culminada con el apoyo de los majaderos de la derecha, capitaneados por el Partido Popular de José Mª AZNAR … cuando contaba con mayoría parlamentaria… año 2002… un 20 de noviembre para mayor escarnio… Nada menos que apoyando y liderando una propuesta de Izquierda Unida por la que en las Cortes Españolas se condenaba el Alzamiento Nacional del 18 de Julio….¡Así como suena!

Pretendían así hacerse perdonar su pasado y el de sus padres … Por via de ejemplo, Jaime Ignacio del Burgo que presidía la Comisión en las Cortes, es hijo de un héroe requeté de nuestra guerra (combatiente en las Brigadas de Navarra)… Por no hablar del citado José Mª Aznar, hijo de Alférez Provisional y falangista ”rebelde” en las filas del FES en su época juvenil… (hasta que, por consejo de su sabia esposa, supo cobijarse bajo la frondosa sombra de Fraga, aplicándose el refrán de “a quien buen arbol se arrima…”). Estos majaderos del Partido Popular ignoraron en este caso la sabiduría del refranero español…”El que al cielo escupe, en la cara le cae…” haciendo caso omiso de la irrefutable frase evangélica: “La Verdad os hará libres”… equivalente a decir, sensu contrario: … Y por ello, la mentira, la falsedad… derivada de vuestra cobardía… de vuestro complejo de inferioridad ante los fraudulentos “rogelios”, os atará , os inmovilizará, y os llevará al abismo…

Dentro de esa “teoría del empate” hay una variante que de buena fe, desde las filas del Bando Nacional, a lo largo de los años, se ha abierto camino… Repito, de buena fe y con gran generosidad de espíritu…. hablar de los que lucharon y cayeron por sus ideales (sic)… tanto en uno como en otro bando (sic)… Hace años lo leí en un libro de “Memorias” del ya fallecido Tte. General Iniesta Cano… También lo oí por la radio en cierta ocasión al excelente historiador General Casas de la Vega… y ahora lo leo en sendas intervenciones de dos estupendos camaradas míos… quienes con su buen corazón escriben… : a) “… pero honor y gloria a los que en ambos bandos (… ya estamos con “la teoría del empate”…) lucharon y cayeron por sus ideales …” (*) b) “… por los que murieron en aras de su ideal, cualquiera que éste fuera… (ahí tenemos otra vez “la teoría del empate”)…

Vayamos por partes, queridos camaradas. Analicemos despacio la Historia y huyamos de los tópicos aunque sean dichos de buena fe y con el corazón en la mano, mezclando los deseos con la realidad de los hechos históricos…..Veamos ¿cuáles eran los ideales de todo buen comunista, socialista y anarquista en 1936-1939 (e incluso antes…) … los ideales por los que asesinaron, masacraron, exterminaron… a los representantes de las clases sociales opresoras de la clase obrera…. es decir, a los capitalistas, burgueses, fascistas… empezando, claro está, por los mayores culpables de todos ellos, es decir los curas, frailes, monjas… estuviesen donde estuviesen … en iglesias, en monasterios, en colegios, en conventos de clausura, etc. tuviesen la edad que tuviesen…. 20 años;40 u 80 años…. ?

¿Y esos ideales son respetables? ¿”Honor y gloria” a tales ideales? Pués, no… me niego… Una interpretación extensiva incluiría no sólo entre los fallecidos al comisario político Miguel Hernández -a quien el historiador P. Martin Rubio pone g.a.D. en su sitio- sino tambien a Rafael Alberti -ilustre exiliado, honrado en vida con la máxima condecoración de la Unión Soviética (la Orden de Lenin)… que regresó a España durante la “gloriosa Transición” del bracete de la Pasionaria, con todo “honor y toda gloria”… recibiendo el homenaje póstumo de un José Mª Aznar, en su condición de Presidente del Gobierno, que se desplazó desde Madrid a Jerez de la Frontera (?) donde se encontraban sus restos mortales…. a quien izquierdas y derechas han dedicado en vida, en multitud de ciudades y pueblos, calles y plazas que llevan su nombre… Y también, por extensión a Santiago Carrillo ¿por qué no? El también luchó por sus ideales… No como él dice ahora, que luchó por “la democracia” y “contra el Fascismo”… sino por implantar en España un régimen soviético, a imagen y semejanza de la UniónSoviética de Stalin… igual que miles y miles de sus correligionarios…. Luego, entre los que sobrevivieron a la derrota militar… y pasaron a ser el “Ejército Rojo… cautivo y desarmado…” del que nos habla el último parte de guerra del 1º de Abril de 1939, caso de Enrique Lister, etc.etc. se hicieron las oportunas distinciones entre aquellos que lucharon en los frentes de combate (… Brunete, Teruel, batalla del Ebro, etc.) y el que lo hizo desde importantes despachos ministeriales, sin correr riesgo alguno, impartiendo órdenes de asesinatos masivos (Paracuellos; Aravaca, etc.).

Cosa bien distinta es hablar -desde el punto de vista militar; de su comportamiento en las trincheras- de su valor, arrojo, heroismo, etc. con que comunistas, socialistas y anarquistas integrados en el luego derrotado Ejército Rojo… lucharon por sus pretendidos “ideales”… es decir, el intentar lograr exterminar, extirpar de una vez por todas en España a los “enemigos del pueblo”…. Pero, afortunadamente no lo consiguieron….

(*) En el original mi buen camarada dice “por amor”…. No, querido camarada… Los comunistas, socialistas y anarquistas de la España de 1936-1939 no lucharon, mataron y asesinaron “por amor”, sino por odio y por rencor acumulados… De ahí que les cuadre muy bien simbólicamente su saludo puño en alto… el puño bien apretado y amenazador… lleno de odio y rencor… N.B. cuyo saludo, por cierto, ya fue abolido en la URSS por Stalin al comienzo de los años 30… y los “despistados” izquierdistas españoles sin enterarse… Buscad por curiosidad una foto de Stalin de los años 30, presidiendo un desfile militar o cualquier acontecimiento oficial o cualquier asamblea de la Internacional comunista… Al no saludar Stalin puño en alto, nadie de los delegados-representantes de todo el mundo (la Pasionaria incluida) se atrevía a uilizar el “saludo clásico”. Hay fotos que son todo un espectáculo visual… Una Asamblea de 400 ó 500 delegados, presidida por Stalin, cantando ”la Internacional” a pleno pulmón, cada uno en su idioma, y ni un solo puño en alto…

El odio -y no el amor- ha sido de siempre el combustible que ha alimentado ese “ideal revolucionario” de comunistas, socialistas y anarquistas… Así se explica la crueldad, el ensañamiento a la hora de asesinar a curas y monjas… y que conocemos gracias a los procesos de beatificación/canonización de centenares de víctimas… como p.e. el que yo he leído muy recientemente referido a los monjes cistercienses de Cóbreces (Cantabria)… fueron llevados al faro de Santander, para despeñarles por el acantilado rocoso… con los labios cosidos con alambre… para impedir que sus verdugos pudieran oir sus rezos en voz alta… sus cánticos de alegria y gloria al Señor dando gracias por su martirio… y miles de otros casos de horrible sadismo… v.gr. una monja de 84 años que una brigada de aguerridos milicianos(*) la hacen rodar a patada limpia por las escaleras desde un cuarto piso donde la encuentran refugiada en casa de una familia caritativa y valiente… llegando ya muerta, desnucada, al rellano del portal, etc. etc.

N.B. Una pequeña matización… La beatificación/canonización no se basa en el tipo de muerte que sufriera la víctima, por cruel y sádica que ésta fuera, sino por haber sido asesinada ”in odium Fidei”… por odio a la Fe de Cristo, como todos sabemos… y aunque los verdugos actuasen impulsados por sus ideales… “de buena fe”, vamos…

Sigfredo Hillers

(*) socialistas? comunistas? anarquistas? Lo ignoro, pero… falangistas? Podemos asegurar que no, queridos partidarios de la “teoría del empate”…


lunes, 9 de agosto de 2010

Manolo, la bala y el talibán



Me llama la atención algún comentario reciente sobre la nueva bala con que los ejércitos de la OTAN pretenden sustituir la del calibre 5,56, que está en servicio desde que los norteamericanos empezaron a utilizarla en Vietnam, hacia 1964. Cuando esta munición fue presentada en sociedad, se planteó como una de sus principales ventajas que era más ligera y podía transportarse en mayor cantidad que el antiguo calibre 7,62. También que, al ser más pequeña, en ciertos impactos no producía la muerte instantánea, sino heridas que complicaban la logística del adversario con mutilaciones, evacuaciones, hospitales llenos y cosas así. En lo de matar del todo, tampoco se quedaba corta: otra ventaja -como ven, era una bala muy ventajosa, según para quién- consistía en que, al viajar en el límite de su equilibrio, cuando entraba en un cuerpo supuestamente enemigo seguía una trayectoria irregular, provocaba el estallido de vísceras y dejaba al receptor hecho un Ecce Homo.

Este último aspecto, el de la bala tonta que entra por un pulmón y sale por la rabadilla, parece la pega principal que le encuentran en las guerras de ahora. En Afganistán, por ejemplo, resulta que los talibanes son demasiado flacos. Están más desnutridos y delgaduchos de lo normal, y al proyectil no le da tiempo de fragmentarse si toca hueso, o de zigzaguear como Dios manda: hace chas y atraviesa los cuerpos con facilidad, en vez de hacer chof, quedarse dentro y cumplir su obligación de reventar al prójimo. A eso hay que añadir que los afganos son duros que te rilas, y mientras les vacías un cargador en la tripa son capaces de comerte los hígados y marcarse una jota baturra camino del Paraíso. Hace un siglo, en la guerra de los norteamericanos contra los rebeldes moros en Filipinas -los gringos acababan de anexionarse aquello por la patilla, después de echarnos en nombre de la libertad, como suelen-, hubo un problema parecido con los fanáticos que iban drogados y blandiendo machetes: no había forma de pararlos con balas normales. Y del mismo modo que eso dio lugar a la invención del Colt 45 -con bellotas de plomo capaces de tumbar a la madre que te parió-, los ingenieros de ahora han puesto a punto una munición nueva con proyectil de acero, menos contaminante que el plomo -bala ecológica, la llaman los muy cachondos-, que lo mismo ponga mirando a Triana a un talibán desnutrido que a un chino, a un negro, a un ruski o a un narcopanchito bien cebados.

Hasta ahí, todo parece lógico. Las balas están para eso. Bang. Otra cosa es que se utilicen, o no. Por esto llama la atención que algún cantamañanas de los que confunden buen rollito con demagogia chunga ponga el grito en el cielo, criticando que ahora se quiera matar mejor a los afganos flaquitos. Como si morir escurrido de carnes empeorase que te aligeren. Pero claro. Para el pacifismo barato y elemental, querido Watson, es demasiado tentadora la imagen de un talibán desnutrido, famélico, atravesado por una perversa bala de la OTAN; y no menos irresistible denunciar cómo el malvado Occidente se las ingenia para que el afgano que hasta ahora se libraba de refilón, por estrecho de pecho, también se lleve lo suyo. ¿Importa tanto la anatomía del soldado contrario?, preguntan. Cuando es evidente que la respuesta es sí. Que igual peligro tiene un armario de cuatro por cuatro que un Giacometti artillado. Que metidos en faena, la anatomía importa, y mucho. Que en la vida estamos, como en el chiste, a setas o a Rolex. Y que mejor no tener que hacerlo. Preferiría que no, como decía el amigo Bartleby en el relato de Melville. Pero cuando no hay otra, y en un momento dado tienes que pegarle un tiro a un talibán afgano, a un pirata somalí o a un pigmeo de treinta y cinco kilos que te viene de malas, aunque tenga menos carne que el manillar de una bicicleta, lo que necesitas es algo que lo ponga patas arriba de la manera más eficaz posible. Stop. Punto. Otra cosa es que las guerras sean malas, Pascuala. Que disparar sea un acto fascista, que los ejércitos los inventara Franco y toda la parafernalia al uso. En esto no me meto. Si no queremos guerras ni soldados, o creemos más cómodo y barato que otros den la cara por nosotros, pues vale. Me parecerá muy bien, entonces, que al cabo Manolo lo saquemos de Afganistán para reciclarlo a corderito de Norit sin fronteras: biberón en una cartuchera y chocolatinas en la otra. Pero mientras siga allí, jugándosela, prefiero que, cuando se arrime un talibán con Kalashnikov, Manolo le endiñe un bellotazo que lo deje seco a la primera. Con balas convencionales, ecológicas o de hilo musical. Eso me importa un huevo. Con lo que sea.



Arturo Pérez Reverte

sábado, 7 de agosto de 2010

miércoles, 4 de agosto de 2010

Fumando desespero


En mi defensa de mi derecho a fumar, usaré tres ejes: el histórico será el primero, luego demostraré que yo, fumador, pago más a la comunidad y que contamino menos que los conductores.


El tabaco está en nuestra historia. Un marinero de la tripulación de la Pinta, Rodrigo de Jerez, vio fumar a los indios y trajo su costumbre a su tierra, siendo encarcelado por la Inquisición, vuestros ancestros, horda de prohibicionistas, que argumentaba que sólo el diablo podía dar a un hombre la capacidad de echar humo por la boca. Le siguieron el médico Hernández de Toledo, en tiempos de Felipe II, el histérico Fray Bartolomé de las Casas, el fraile André Thevet y el embajador de parís en Lisboa Jean Nicot de Villemain, que curaba los dolores de cabeza de la reina Catalina de Médicis, con tabaco.


Ya en nuestro tiempo, el Estado recaudó casi 9.500 millones de euros en impuestos sobre el tabaco en 2009. Es decir, los fumadores estamos pagando el déficit del Estado y somos los primeros pagadores de impuestos de la nación. Tan es así que, desde 1990, el Estado ha multiplicado casi por seis sus ingresos por este concepto: el Estado nos ha sacado del bolsillo a los fumadores más de 100.000 millones de euros desde 1990. Es fácil, dado que los fumadores españoles pagamos cerca del 80% del precio de venta al público de los cigarrillos en impuestos, siendo éste el producto de venta legal que mayor fiscalidad soporta.


En segundo lugar, tú, no fumador, que tanto te quejas del humo de mis humildes cigarrillos, tienes un coche de un montón de centímetros cúbicos que echa más veneno al aire en un día de uso, que yo en un año de consumo de tabaco. Me atufas con tu tubo de escape, me ensordeces con tus motor, frenazos y claxon, me abrumas con tus piezas no reciclables, me acojonas con las guerras por el petróleo, cuyos vertidos contaminan el mar y provocan tragedias. Ciego a todo eso, miras mis cigarrillos como si fuesen la reencarnación de Satanás. ¡Hipócrita!


Es fácil, dése libertad a los establecimientos de ocio para que elijan si dejan fumar o no, y ya veremos cuántos lo prohíben, descontando tres solitarios bares macrobióticos o dos tristes y desolados restaurantes vegetarianos. Nosotros, generosos, nos ofrecemos el caro tabaco unos a otros, el tabaco despeja la mente y hace daño, claro que lo hace, a nosotros mismos más que a nadie. Hay cosas peores como la forma de comer, de beber o de comportarse con el próximo. Ea.




Gustavo Morales
http://elrotativo.org/

lunes, 2 de agosto de 2010

Discurso pronunciado en el Parlamento el 11 de diciembre de 1934


"....el Estatuto –lo dije el otro día– descansaba, o sobre una traición merecedora del fusilamiento por la espalda, o sobre la presunción de que el alma de Cataluña estaba tan ganada para la unidad de destino nacional, que esa unidad de destino no se arriesgaba con darle un instrumento más o menos fuerte. Lo que ha ocurrido en los últimos días, lo que puede observarse a cualquier hora, contradice y destruye esa presunción. Esto que hacemos ahora no es más que un aplazamiento. En esto sigue el Gobierno la táctica, que ya va siendo en él habitual, de demorar los problemas hasta que se olvidan, hasta que se pudren, hasta que son reemplazados por la angustia de otros problemas nuevos que se nos imponen con la realidad de su presencia. Esto no es más que una dilación. Dentro de algún tiempo tendremos otra vez resucitado el Estatuto, después de esta comprobación de que en Cataluña no está suficientemente afianzada la unidad de destino; será una repetición, ya sin disculpa, de todos los riesgos, de todas las traiciones, de todas las crueldades que han estado a punto de deshacer de nuevo la unidad de España. Ya es tarde para que os diga esto. Ya habéis votado desechando la petición de que el Estatuto se derogase. ¡Bien! Os habéis retorcido el corazón una vez más; pero habrá un día en que España, defraudada y exasperada, entre en este salón a retorcernos a todos el pescuezo. "

domingo, 1 de agosto de 2010

FLECHAZO

Nueve años, para diez. Niño único, algo solitario, se me encapricha ir a un campamento. He oído hablar a algún compañero del colegio de los campamentos de verano. Y mi antojo es ir en las vacaciones de Semana Santa. Como en esta época no están programados campamentos ordinarios, mis padres remueven Roma con Santiago para acceder a mi afán. Y consiguen, gracias a su amistad con Vitín, que me cuelen de clavo en el campamento provincial del curso de jefes de escuadra. Yo que, por no ser, ni soy todavía de la OJE, naturalmente no me integro en el curso, pero asisto como un acampado más.

Comparezco a la concentración, en la estación de Atocha. Me acompaña sólo mamá, que papá está de viaje. Entro en formación, como quien se incorpora a otro mundo. Me olvido de mamá, a la que ni digo adiós. Los del curso de jefes de centuria, que también van al mismo campamento, cantan canciones divertidas. Desde mi niñez, les veo muy mayores: «Yo conozco una chica muy formal, que se llama, que se llama Carolina…», «Era un rayito de luna, olé…».

El tren, de marcha parsimoniosa e incómodos asientos de madera, nos arrastra hasta Málaga. Desde allí hasta Marbella, en autocar. Y luego, hasta el campamento, andandito. El campamento, en homenaje al héroe marbellí de Filipinas, se llama Vigil de Quiñones. Nadie me lo cuenta entonces.

El campamento es un espacio ampliamente circular, que se abre en un pinar alto y magnífico, para dar asiento a las tiendas de lona. Apartados, las letrinas y el comedor, obligan a un pequeño paseo. También están algo retiradas las vaguadas que se usan como anfiteatro natural para las charlas, clases y ensayos de canciones. Y, algo más alejado, el pequeño monumento a los caídos: una cruz en granito, sola, sin crucificado, que se abre entre la arboleda, buscando un telón final de cielo que la recorta en majestad.

Mi jefe de escuadra se llama Míguel, así, con acento en la í. Es un chaval de barrio, nada refinado, pero tiene aplomo. Y es naturalmente líder. Mayor que yo en tres o cuatro años, hace gala de una gran preocupación política, lo que resulta una enorme novedad para mí.

Nuestra escuadra se titula «La Conquista del Estado». Yo no sé qué significa eso, pero suena verdaderamente fiero. A algunos mandos, por lo visto, no les acaba de gustar el nombre, pero Míguel lo mantiene contra viento y marea. Como también mantiene un banderín de escuadra que, si en el haz luce el león de la OJE, en el envés, los colores de la bandera roja y negra de la Falange y una garra que, andando el tiempo, sabré que es el primer distintivo que usó Ramiro Ledesma.

Sufro las novatadas clásicas y amables: voy a por la máquina de cuadrar petates a la zona de los cadetes, que me mandan atentamente de una tienda a otra, sin encontrarla. También busco sin éxito la piedra de afilar machetes.

Las tiendas son más que veteranas. Llueve, y las lonas están picadas. Me enseñan a aplicar jabón, para paliar las goteras, pero el agua de esta primavera del 61 es rumbosa, y los charcos interiores, inevitables. Dormimos envueltos en unas mantas marrones, que pesan mucho y calientan poco. Nos dan de comer aproximadamente bien. Al menos, el postre, que frecuentemente es arroz con leche, me parece una maravilla.

Al volver de una marcha, pasamos por la zona residencial de Marbella. En las cercanías de los elegantes chalets nos afanamos en cantar ingenuidades revolucionarias, subiendo el tono e irguiendo el cuello. Somos la peste azul. Y a mí me está gustando serlo. Hay canciones solemnes, para romper el silencio en la congregación marcial, en la pradera. Las hay de marcha, para acompasar el caminar. Las hay de jarana, de relajada camaradería en torno al fuego de la noche. Y hay también éstas de candorosa ferocidad.

Míguel, al enterarse de que mi padre había formado entre los vencedores de la guerra civil, insinúa una mueca que me desconcierta. Él presume, con toda naturalidad, de ser hijo de rojo, como si ello fuera marchamo de pureza falangista. Me ofusca, no comprendo nada, aunque algo vislumbro.

En la oración se reza por todos los caídos de España. El pater nos explica, en alguna charla, que nuestro dolor ha de ser por todos los muertos de la guerra, no sólo por los del bando victorioso. Con los años, tendré oportunidad de copiar del oracional de campamentos las preces que entonces oigo: Por todos los muertos de todos los colores, de todos los bandos y de todas las políticas de España; por los que hicieron de su vida una ascética carrera hacia la patria eterna; por los que llegaron a la última hora como las vírgenes necias; por los que recibieron la muerte con un grito cristiano en los labios; por los que murieron en aras de un ideal, cualquiera que éste fuera; por aquellos que a consecuencia de la guerra han muerto en la cárcel, en el exilio o bajo el rigor de la pena capital; por los responsables directos o indirectos, por los verdugos físicos o morales de todos los muertos de nuestra guerra; para que todos los muertos de nuestra guerra hayan sido la última sangre vertida en discordias civiles entre españoles; para que la justicia y el amor, entre todos los hombres de España, hagan imposible una nueva guerra fratricida. Esta plegaria de paz, tan lejana del empecinamiento en la revancha que luego me tocará vivir, es lo que aquí aprendo.

Las glorias del pasado como exigencia, poner en solfa las diferencias sociales inicuas, el afán de un mañana mejor, la justicia, la hermandad, la oración, entran más por los gestos y los silencios que por las explicaciones, y prenden.

Habrá quien mantenga lo contrario, pero tengo para mí que aquélla no fue mala pedagogía.

Artículo que nos envía Carmelo García Franco, escrito hace unos años para la Hermandad del Valle de los Caídos.

FUENTE: http://hispaniainfo.wordpress.com/